30 de diciembre de 2010

Y SI EN AÑO NUEVO…

Foto: "Nile eyes" de Gerardo Angiulli


Y si en año nuevo cambio? Después de todo, como dicen: “Año nuevo, vida nueva”. Si, la verdad que me gustaría cambiar algunas cosas el año que viene, pero visto que he citado una frase hecha, cito otra y digo. Creo que así como todos los días deberían ser Navidad para recordarnos que tenemos que tratar de ser personas mejores, creo que todos los días tendrían que ser Año Nuevo, para tratar de empezar de cero las cosas que no funcionan.
Después de todo, no significa nada. Porque del 31 de diciembre al primero de enero no hacemos otra cosa que comer, tomar, y estar en lo más agradable posible de las compañías. En esos dos días, digámoslo con sinceridad, no hacemos un carajo para darle otro rumbo a nuestras vidas. Es un trabajo que lleva todo el año, todos los años, toda una vida.

Querer cambiar las cosas no es trabajo simple. Lo importante es tener siempre a portada de mano nuestros valores, nuestras convicciones, nuestros ideales, y no dejar de lado jamás las personas y los sentimientos que le dan sentido a nuestras vidas.

Termino el año cubierta de cartas de abogados. Me escribe gente que vive pensando que en este mundo, los que esperamos justicia nos asustamos por una carta certificada. Me escribe gente que cree poder comprarlo todo con el dinero. Yo, me armo de paciencia. Me pongo los guantes y subo al ring, pequeña pero no asustada. Aunque ellos sean el ruso súper- entrenado para matar, y yo sea un modesto Rocky Balboa, subo al ring sintiendo en la cabeza a todo volumen “Eye of the tiger”, y aunque puede darse que yo caiga K.O., puede darse que ellos escupan mucha sangre antes de verme caer.

Yo creo en la justicia, en las leyes, en la verdad, en el karma. No me hace falta ir demasiado lejos para ver que lo que yo tengo ellos no lo tendrán nunca. Porque yo nunca perdí de vista lo que era importante, lo que llevo dentro de mi corazón.

Vivo rodeada de corrupción (vivo en Italia). Vivo en un mundo donde mandan el poder de matar y el poder del dinero. Pero una cosa sé. Que los grandes imperios caen. Que no estamos obligados a seguir el modelo que nos imponen, que tenemos un cerebro que puede pensar, independientemente de las verdades de los otros.

Para el Año Nuevo mi deseo es cambiar el mundo. Es un deseo para el cual trabajo todo el año, y espero que lo hagan así también ustedes. Porque no se olviden que un gran desierto está formado por minúsculas partículas de arena. Les regalo una poesía de Borges, para que empiecen el Año con ganas de hacer muchas cosas buenas. Fue leída por el escritor de “Gomorra” en un programa de televisión italiano que hizo mucho por cambiar este mundo… y a mí me encantó. La comparto con ustedes…



Poema Los Justos

de Jorge Luis Borges





Un hombre que cultiva un jardín, como quería Voltaire.

El que agradece que en la tierra haya música.

El que descubre con placer una etimología.

Dos empleados que en un café del Sur juegan un silencioso ajedrez.

El ceramista que premedita un color y una forma.

Un tipógrafo que compone bien esta página, que tal vez no le agrada

Una mujer y un hombre que leen los tercetos finales de cierto canto.

El que acaricia a un animal dormido.

El que justifica o quiere justificar un mal que le han hecho.

El que agradece que en la tierra haya Stevenson.

El que prefiere que los otros tengan razón.

Esas personas, que se ignoran, están salvando el mundo.






21 de diciembre de 2010

AIRE DE NAVIDAD



La Navidad se acerca y, sobre todo se respira en el aire. Por aquí anduvo anticipando un poco de su magia con algunos copos de nieve, y tengo que admitir que, aunque extraño mis Navidades con 35 grados de calor, al aire libre, con mucho verde y pileta, la clásica Navidad con nieve de esta parte del globo, tiene algo especial.

Afuera todo es blanco, pero lo que importa es que adentro haya calor. Lo importante es que se dejen de lado malentendidos y broncas pasadas y se reúna con la familia. Lo importante es que dentro del corazón de cada uno de nosotros, a pesar de que el mundo sea frio y siga su curso alocado, todo se detenga y sea silencioso y calmo como cuando caen los primeros copos de nieve. Como cuando todo parece ir en cámara lenta, y aunque es una cosa vieja como el mundo, logra siempre arrancarnos una sonrisa. Así como en ese hogar que calienta nuestras casas tiramos continuamente leña para darnos calor, que queme siempre en nuestro corazón una llama de esperanza, de ilusión, de amor.

Esta Navidad más que nunca me recuerda cual es la cosa que le da sentido a estas fechas, y, sinceramente cual es la cosa que le da sentido a cualquier fecha del año. Ellos. Esas dos criaturas que esperan ansiosas. Que abren día a día un calendario Navideño con ventanitas de chocolate que se vacía todos los años antes de tiempo. Que cuentan, que desean ansiosos, ese momento, que no gira solamente alrededor de un regalo, gira alrededor de un momento de magia, en el cual, necesariamente estaremos junto a otros, familia o amigos que sean.

Se preguntaron alguna vez porque en esta fecha del año seguimos una tradición que a veces en la vida cotidiana no nos apasiona? Muchos de nosotros, no vamos a la iglesia y no profesamos o practicamos la religión del hombre que nació el 25 de diciembre de 2010 años atrás. Y sin embargo, para nadie pasa desapercibido este momento. Es que en Navidad festejamos el nacimiento de un niño especial, único, en el que los hombres habían depositado esperanzas de paz y de armonía para este viejo y cansado mundo. Y yo creo que todos seguimos el mismo festejo porque en el fondo queremos creer que sucederá. Que por algún hecho histórico, o bajo la forma de una persona, la magia de la paz en el mundo un día será realidad. Cuando a media noche abrazo a los que quiero, la euforia de que algo cambiará hace latir más fuerte mi corazón.

Pero hay algo que recuerdo siempre. Para mí, es siempre Navidad. Para mí, cada niño que nace en el mundo trae un mensaje de amor y paz. Trae algo de los ángeles y nos recuerda que el cielo no está tan lejos. No importa si nace en Palestina, Israel, África, Perú, Australia, España o Argentina. Cada niño que nace es hijo de Dios. Cada niño que nace recuerda a los hombres que no solo en Navidad tienen que ser mejores, tienen que serlo siempre. Cada inocente criatura morirá crucificada si no ponemos fin a los males de este mundo, si no nos despertamos y entendemos que Navidad es todos los días. Y todos los días hay que dar lo mejor de sí mismo para convertir este mundo en un mundo mejor, por ellos, por ese niño que nació aquel 25 de diciembre, y por los otros millones que nacen cada año. Porque sin su mirada dulce, no tendríamos credo, porque sin el corazón inocente de un niño, este mundo ya habría desaparecido entero.

Les deseo una Feliz Navidad a todos!! Con afecto… Bibiana.

14 de diciembre de 2010

UN INTRUSO EN EL JARDIN

(Mientras nos preparamos para Navidad, les dejo para leer un cuento de Navidad, para chicos y grandes, publicado por Editorial Fergutson el año pasado...)


María se despertó una mañana, abrió las persianas y encontró una sorpresa en el jardín del condominio. Desde el primer piso de su casa se veía perfectamente. Justo en el medio y con un aspecto algo penoso, un muñeco de nieve con una bufanda roja le daba los buenos días. Pero había algo de extraño en aquel muñeco, María lo observó por algunos minutos y antes de dirigirse al baño a lavarse la cara y los dientes, se colocó los anteojos para ver mejor. Por empezar, las fiestas habían pasado, era ya el 10 de enero, y por lo general los muñecos de nieve se hacen antes de las fiestas. Segunda cosa, ¿quién lo había hecho? No vivían niños en ese edificio, allí eran todos ancianos. Así fue que, no teniendo nada mejor en que ocupar su tiempo, María bajó después del desayuno a observar desde cerca al nuevo intruso.

_ Muy mal hecho.

_ La verdad que sí. _le respondió Nazareno, el vecino de al lado que al ver a María sola en el jardín observando esas dos pelotas de nieve una sobre la otra, bajó a investigar qué sucedía.

_ ¿No lo habrás hecho tú? _ preguntó María.

_ Absolutamente no! _ respondió Nazareno enojado _ Cómo se te ocurre que me ponga a hacer muñecos de nieve en el medio de un hermoso jardín como este. Y además, con la poca nieve que queda está tan sucio de tierra, y con esa vieja bufanda de lana, no hace más que dar pena y afear nuestro jardín.

_ Shhhh _ dijo María _ No, grites, que puede ser que hayan sido los nietos de la del segundo piso, y si te escucha decir que es feo se enojará.

_ No me importa! _ gritó aún más fuerte Nazareno _ Es horrible y basta! No entiendo a quién se le puede haber ocurrido hacer semejante cosa sin ni siquiera pedir permiso a nosotros, los dueños de este lugar!

Los gritos de Nazareno atrajeron hacia los balcones a los otros cuatro vecinos. El condominio estaba compuesto por seis departamentos, y el jardín, que pertenecía a todos por igual.

Después de unos instantes se había armado un gran alboroto alrededor del muñeco. Ya todos los vecinos, menos la del segundo piso a la izquierda, discutían sobre el muñeco, queriéndolo derribar si no aparecía de inmediato quién lo había construido.

_ Voy a buscar la pala _ dijo Nazareno _ solucionaremos en seguida el problema, y a quién va construyendo horribles muñecos por las noches se le irán las ganas de arruinar un jardín como este.

_ No, espera _ dijo Cándida, la señora viuda del tercer piso a la izquierda _ No lo tocaremos hasta no saber quién lo ha hecho. Propongo una reunión en mi casa para hablar del tema esta noche, y resolver la cuestión pacíficamente. Invitaré a todos los que vengan a hablar como personas adultas con chocolate caliente.

Y nadie faltó. Porque el chocolate caliente de Cándida era irresistible, y capaz de ablandar, al menos por unos instantes, los corazones más duros del vecindario. Cándida con los años había aprendido cómo tratar a gente cabeza dura como esos vecinos, y nunca se ponía a discutir por pequeñas cosas, trataba de llevar a todos a resolver las cosas en paz.



Durante la tarde en cada casa se discutió del tema, y a la noche, en casa de Cándida cada uno dijo su opinión. Nazareno y su esposa sostenían que había que derribar el muñeco sin importar quién lo había hecho y porqué. Mario, del segundo piso a la derecha estaba de acuerdo con ellos. María, que lo había descubierto, quería que antes de derribarlo se descubriera la verdad, quién lo había hecho y porqué no había pedido permiso a todos los vecinos para hacerlo. Los vecinos más ancianos del edificio, coincidían con María. Cándida guardó su opinión para el final, pero antes habló la del segundo piso a la izquierda.

_ Yo pienso que no tendríamos que tocarlo.

_ Ehhhh!!!! _ Un suspiro general se oyó en la sala, y comenzó el alboroto nuevamente.

_ Dejemos hablar a Josefina _ Pidió por favor Cándida.

_ No tiene derecho! _ Dijo Nazareno _ Hace solo dos meses que vive aquí, como se atreve a decir que deberíamos dejar ese horrendo monstruo en nuestro jardín!

_ No es un monstruo _ dijo Josefina _ Alguien hizo un muñeco de nieve en nuestro jardín y yo creo que es algo hermoso.

_ ¿Hermoso?? _ Respondieron a coro algunos vecinos.

_ Si, hace años que no veía uno en ninguna parte de esta ciudad.

_ Después de todo, ¿que mal nos puede hacer tener un muñeco de nieve en el jardín? _ preguntó Cándida _ Con el llegar de la primavera se derretirá y nadie tendrá que derribarlo.

_ Ese horrible monstruo... _ murmuró Nazareno.

_ Está bien, que se quede hasta que el sol lo derrita, podrían haberlo construido los nietos de cualquiera de nosotros _ agregó María.

_ Votemos _ dijo Cándida.

Todos se quedaron pensando en las palabras de María. ¿Qué pasaba si el muñeco había sido construido por los nietos de alguien del edificio? ¿Qué clase de salvajes eran los abuelos que destruirían la sorpresa de los nietos? El muñeco había aparecido un lunes a la mañana, así que podría haber sido construido por algún nieto antes de volver a su casa.

Así fue como se quedó en el jardín, y todos, pensando que podrían haber sido los propios nietos los autores de la sorpresa, dejaron de llamarlo monstruo y le dieron un nombre elegido por los niños. Lo llamaron Pino.

Pino se quedó en el jardín hasta la primavera. Los niños jugaron con él, y le pusieron nieve en los agujeros que cada tanto se le hacían, le acomodaron la bufanda cuando el viento se la hacía volar, y le cambiaron varias veces la zanahoria que tenía por nariz. Pero no se sabía quién lo había construído.

Con el llegar de los primeros rayos de sol, la nieve se comenzó a derretir lentamente y algo inesperado sucedió. Se comenzaron a ver dentro de Pino pequeñas ramitas de árbol. Nazareno lo observó de cerca, y con el pasar de los días, los vecinos descubrieron que Pino escondía otro secreto: en realidad el muñeco había servido para despistarlos, lo que escondía era un pequeño árbol de pino!

_ Este sí que es un monstruo _ dijo María _ Seco, flaco y feo.

_ Tendríamos que haberlo sacado desde el principio _ dijo Nazareno.

Y así fue que recomenzó el escándalo entre vecinos. Y así fue como Cándida tuvo que invitar a todos a tomar limonada a su casa para tratar la cuestión pacíficamente. Pero esta vez no se llegó a ningún acuerdo. Por más que las mujeres más dulces del edificio trataran de convencerlo, esta vez Nazareno estaba decidido a buscar su hacha y cortar el árbol. Simplemente porque su aspecto era feo, después de pasar un invierno escondido debajo de la nieve.

_ Si no aparece la persona que lo plantó engañándonos a todos, este mismo domingo lo convertiré en leña _ sentenció Nazareno.

Todos se quedaron sin palabras, menos Josefina, la vecina del segundo piso a la izquierda, que se empeñaba en convencer a todos que quitarlo era un error. Decía que había que darle al menos una primavera de oportunidad, porque como cualquier cosa, si uno corta el tronco de entrada no deja crecer lo bueno.

_ Lo cortaré este mismo domingo, si no confiesa que ha sido ella la que nos ha engañado a todos!_ dijo Nazareno acusando a Josefina.

Así fue que ese domingo por la mañana, delante de los ojos de todos los vecinos que observaban desde los balcones, Nazareno se dirigió hacia Pino con el hacha en mano. Y dio el primer golpe. Todos cerraron los ojos, porque al final, no había nada de malo en probar si un árbol lograba crecer. Cuando estaba por dar el segundo golpe, se oyó una voz.

_ Fui yo! _ dijo la voz.

_ ¿Quién habló? _ preguntó Nazareno mirando hacia los balcones.

Fui yo, abuelo! No lo cortes! _ le dijo su nieto des seis años corriendo hacia è y abrazandole las piernas.

Nazareno dejò caer el hacha y se llevò a su nieto en abrazado fuerte y sin decir nada. El niño luego contó que había sacado de la basura el árbol de navidad que los abuelos habían comprado en el supermercado, casi seco y sin vida. Contó que lo había plantado en el jardín con la ayuda de otros nietos del vecindario para que Pino no muriera, y que la idea de disfrazarlo para que lo dejaran vivir allí, había sido suya.

Después de ese día no se discutió más sobre el tema, y Pino comenzó a sacar sus primeras ramitas verdes, al final del verano era un hermoso árbol en el medio del jardín. Para la navidad siguiente había recuperado su tamaño normal, y cada navidad crecía de altura al igual que los niños del edificio, hasta que los sobrepasó y se volvió altísimo y majestuoso. Cada navidad no alcanzaban las lucecitas del año anterior para adornarlo por todo lo que crecía, y en verano su sombra daba respiro a los ancianos en las acaloradas tardes.

No pasó un día sin que Nazareno se preocupara de si le faltaba agua o si había que podarlo. Y así fue como el monstruo del jardín se convirtió en el árbol más hermoso de todo el barrio. Y así fue como en ese vecindario todos los árboles de navidad comenzaron a ser salvados. Ningún barrio es tan bonito, tan lleno de aire puro y tan verde como ese. Pareciera que un mágico encanto se hubiera volcado en ese lugar, y sin embargo nadie ha hecho más que una simple cosa: dejarlos crecer...

26 de noviembre de 2010

EL HOMBRE QUE AMO

Foto: Gerardo Angiulli
El hombre que amo

camina por las veredas de la ciudad

me lo encuentro en una plaza,

en una esquina, en un bar



A veces me mira

o me dice cosas

A veces me ignora

o simula que no existo



De a ratos lo conozco

o acabo de conocerlo.

Cuando tengo ganas de verlo

salgo a la calle y observo.



El hombre que yo amo

está disperso por todas partes

y voy encontrando sus trozos

en distintos cuerpos andantes.



Tiene apariciones de ángel

Pero comportamientos de demonio

- tiene algo de Dios

y algo del Diablo -

me hace promesas

y nunca promete cumplirlas



A veces creo que se ha metido

de lleno en un solo cuerpo

Me hace feliz por un rato

después se aleja como un gato.



En cada hombre

encuentro partes de él,

que cambian, se transmutan,

ponen en duda mi convicción.



Nunca consigo todas sus partes

siempre algo queda afuera

para confundirme y desafiarme,

para ver si de una vez por todas

amaré lo que tengo sin quejarme.




B.A.

18 de noviembre de 2010

FELIZ

Foto: Gerardo Angiulli

Feliz. Simplemente feliz. A ustedes, que cosas los hacen felices? Me gustaría saber… soy curiosa. El porqué de mi optimismo es simple, banal. Empecé a hacer lo que me gusta hacer. Creo que no debe haber cosa más linda en la vida que trabajar de lo que a uno le gusta. Y un verdadero “gol” seria descubrirlo temprano cuando tenemos la suerte, aun, de elegir un camino. Pero creo que si el deseo no muere, tarde o temprano, las calles de la vida te tiran por esos lados, te acercan y te alejan, te dejan ver y te quitan visión, de lo que tendría que ser, tal vez destino.

Pero destino es una palabra que no está escrita, y la vida no regala nada, por eso toca a nosotros poner manos a la obra, y sudar, correr, saltar, rasparnos las rodillas, caer, llorar, pensar que no se puede, y después… volver a intentar. No es un manto de hierba lo que nos conduce a lo que nos hace felices. Es más bien un camino sinuoso, en subida, lleno de piedras filosas y obstáculos. Y puede ser, que después de todo ese sacrificio no lleguemos nunca.

El ser humano se acostumbra rápidamente a las cosas buenas, y, enseguida se aburre y se olvida cuánto cuesta conseguirlas. Por eso la vida quiere que el camino sea sinuoso, que sea terrible y agotador. Entre medio de todas esas piedras, cuando nace una flor, es un milagro. Porque no es una de las tantas a las que nos acostumbramos a ver. Es UNICA. Así, son los amigos para mí. ESPECIALES. Cada uno de ellos es una flor entre medio de rocas frías y pesadas.

Existen los días grises, nublados y fríos, para recordarnos que un día de sol en un milagro maravilloso. Si fueran todos días de sol, no recordaríamos cuanto cada uno de ellos, es precioso.

Estoy feliz porque aprendí que son las pequeñas cosas las que te llenan el alma. No es llegar a la cima de la montaña lo que te da paz. No es pasar primero que los otros y ganar la carrera, sino llegar de la mano de alguien, dar una mano a quien ha caído, descubrir en los demás la propia razón de vivir. Son cosas que están ahí, al alcance de la mano, pero que hay que tener la capacidad de ver. Ese abrazo que llega cuando más lo necesitamos, es más importante que cualquier otra cosa.

Y a ustedes? Qué cosas los hacen felices? Soy curiosa… cuéntenme…

11 de noviembre de 2010

I BELIVE (Yo creo)

Cada vez que Greenpeace me manda un e-mail pidiéndome la firma para pedidos que reguardan mi amado país de origen, por más que esté apurada y tenga que dejarlo para más adelante, no puedo negarle una firma a la parte de mi que sueña con un mundo mejor.

Aunque a veces pareciera que somos pequeñísimas hormiguitas dominadas por un grande gigante que nos dice lo que tenemos que hacer, hay hormiguitas que se anteponen a grandes cosas, y cuando muchas hormiguitas comienzan a unirse, el gigante las comienza a sentir las picaduras.

No puedo más que sentirme feliz cuando después de algún tiempo me comunican que logramos, después de incansables luchas ellos, y variadas peticiones, el resto de nosotros, que los senadores aprobaran una ley que protegiera uno de los tesoros más hermosos que tenemos en Argentina y que son los glaciares. Quien no haya tenido la suerte de estar en Patagonia tiene que saber que es un lugar mágico, único, inmenso, donde cualquier sistema de medición parece perderse en el absurdo de la maravilla. La gente dijo “No” a la mina de metales preciosos, la gente dijo preferimos los glaciares, que no son de nadie pero son de todos. La herida de una mina no sana nunca, la historia así lo cuenta.

Yo creo que en la vida todo vuelve, sea bien o mal que se haga. Yo no pienso que el que se convirtió en magnate explotando a los demás duerma a la noche tranquilo. Yo creo que hay tesoros, como el de una familia que te ama, o amigos con los que se puede contar, que no se compran con dinero, ni sucio ni limpio que fuera. Yo creo que las buenas acciones cuentan, que no hay que cansarse de dar, porque algún día, estaremos allí preguntándonos, que hice yo para merecer todo esto? Bueno o malo que sea, el espejo devuelve siempre, nada más y nada menos que lo que somos…



B.A.

9 de noviembre de 2010

LOBO DE MAR

No sé cuantos años tenía Paolo. No te lo decía nunca. Seguramente más de setenta, no lo puedo precisar con exactitud. Sólo sé que era un viejo cabeza dura. Cuando me fui del restaurante no me dolió el hecho de que me habían usado, de que me habían faltado el respeto en cuanto empleada. Lo que más lamenté cuando me fui de allí fue no haber tenido el saludo de Paolo, una especie de buen augurio, de bendición, de amuleto, que hubiera querido llevar conmigo.
El acuerdo era que el sueldo que para un trabajo de verano tan fatigoso y pesado era realmente miserable, dado que tendría que trabajar absolutamente todos los días diez horas, sin jamás tener reposo durante la temporada alta, en invierno se volvía conveniente dado que las horas se reducían a ocho, un día libre a la semana aparecería como una bendición del cielo, y no tendría que correr con los nervios reventados por las pretensiones absurdas de la gente.

No me dolió la rotura de ese acuerdo de palabra entre el dueño del lugar y yo, como tampoco me dolió tener que abandonar la cotidianeidad de los borrachones de todos los días, de los tipos de ego de gallo, de los compañeros de trabajo que nunca se convirtieron en verdaderas amistades. Lo que sí me dolió fue no poder saludar a Paolo como yo hubiera querido, con un abrazo entre nieta y abuelo que hubiéramos podido ser. Porque Paolo era rencoroso y cabeza dura. Si perdías su confianza aunque él no tuviera razón, rompía todo tipo de contacto y tiraba todo a la basura. Nunca me perdonó.

Pintaba las paredes del restaurante de un amarillo patito escandaloso la primera vez que lo vi. Subido a una escalera, en el último peldaño jugaba con el vértigo al borde de la terraza que separaba las aguas del mar del interno del restaurante. Como yo, él mismo se había presentado de propia voluntad para trabajar de lo que fuera. El aspecto del lugar era desalentador, parecía imposible pensar que en una semana tendríamos que estar abriendo las puertas a la clientela. Junto a la otra moza, una cubana, limpiamos, ordenamos, quitamos manchas de pintura rebeldes, desengrasamos, dejamos todo impecable para la inauguración, a costo de arruinarnos las manos, la espalda y las fuerzas. Con la cubana hablábamos en italñolo, una mezcla de italiano y español, eficaz al momento de acortar frases y elegir términos adecuados y divertidos. En esos días yo no hablaba mucho con Paolo, me había concentrado en lo que tenía que hacer y quería terminar al menos un día antes de lo previsto para descansar y encontrarme con un poco de energía para poder dejar ver una sonrisa entre tanto cansancio a los clientes el día de la inauguración.

Algunos dicen que fui estúpida a no reclamar nada judicialmente por todo lo que había trabajado en ese lugar. No lo hice porque en ese momento el trabajo me servía, hacía un mes que había llegado a Italia, todavía no había logrado resolver el problema de mis documentos, no tenía ni siquiera un permiso para trabajar, por lo cuál era una invisible, legalmente una clandestina. El dueño del lugar aceptó mi condición a cambio de un trabajo mal pagado.

Hacía un mes que recorría oficinas del estado, registros civiles. Después se convirtieron en cinco, seis meses que me sentía repetir la misma cosa de parte de los empleados públicos después que examinaban mis documentos sin darme una respuesta legalmente correcta: “¿Porqué no te casas con un italiano?” Eso me hacía enojar como una bestia, me daba rabia que la misma gente que se quejaba de los matrimonios combinados para conseguir una ciudadanía fuera la misma que te aconsejaba casarte por conveniencia. Yo quería hacer las cosas bien, quería ser reconocida como ciudadana italiana con los papeles que tenía en mano, que testimoniaban que yo era la bisnieta de un italiano, por parte de padre, que había ido a curarse las heridas de la guerra a la tierra donde yo había nacido. Al final fue casi un parto, porque los meses se alargaron a nueve hasta que me fue reconocido un legítimo derecho contemplado por la ley, y gran parte lo debo a Paolo.

Llegaba a las siete o siete y media de la mañana, desayunaba con un café doble corto que le achicharraría el estómago al más fuerte de los bebedores de café italiano. Hacia las diez de la mañana comenzaba a meter combustible a su motor que ya llevaba años de andar con esa nafta. Se lo servía yo cuando estaba por ahí cerca el primer vasito de vino blanco de mala calidad, y hasta la medianoche, o la una de la mañana, horario en que iba a dormir a casa, no me animé nunca a contar cuántos eran.

Bien temprano llegaba Francesco, con el pescado fresco. Cuando Francesco estaba en medio al mar, venía su madre, una señora que sabía de que se trataba el trabajo duro, con las manos arruinadas por las escamas del pescado, y las uñas cansadas de tanto romperse. Teníamos un binocular en el restaurante, y las mañanas en que el cielo estaba claro nos divertíamos buscando el barco de Francesco que pescaba mariscos. Cuando volvía de las largas y sacrificadas horas de pesca, Francesco se ponía a beber con Paolo o con cualquier compañero de tragos ocasional que encontrara.

Carecía yo de una cultura de pescado y de mariscos. Tal es así que no sé los nombres de ciertos pescados o mariscos en mi propia lengua y nunca me preocupé por buscar en un diccionario porque para mí son palabras que tienen un significado sólo en italiano. Las tres veces que había hecho kilómetros y kilómetros para ir de vacaciones al mar, era pequeña y me interesaban más las papas fritas con milanesas que una buena paella o un plato de mariscos fritos. Los únicos pescados que conocía eran el sábalo, el surubí, el moncholo, el dorado y la anguila de un río turbulento y marrón. La cena anterior a la inauguración mi paladar entendió la pasión por el “pesce” de los italianos. Paolo nos deleitó con lo mejor de su repertorio de cocinero.





Probablemente se veían así los atardeceres y los amaneceres sobre el barco en el que Paolo había pasado cuarenta años de su vida. Cuarenta años navegando en un grandísimo barco que transportaba mercaderías de un país a otro. En uno de los momentos en que Paolo se animaba a revolver en la salsa de su propia vida, me contó que había estado en mi país, en el ’79, cuando yo tenía solamente dos años, y que se recordaba claramente la ciudad donde nací. Ese restaurante se parecía mucho a un barco, si uno se asomaba de los grandes ventanales de vidrio, miraba para afuera y se dejaba llevar por el movimiento suave de las olas del mar Adriático, se sentía como si estuviera navegando. Era un milagro el nacimiento del sol allí, como también lo era el anochecer, cuando la luna le robaba el lugar a un sol de luz cada vez más tenue. Se mezclaban los dos en lo que los pescadores llaman el amanecer de la luna, un efecto mágico que hace que la luna llena cuando apenas se asoma sea roja como la sangre. Esos atardeceres que hasta el momento había visto sólo en documentales de televisión, como la vez aquella en que una gaviota hizo un vuelo raso, metió su pico dentro al agua, capturó un pez y se lo comió en vuelo delante de mis ojos mientras se me caía lo que me estallaba llevando a la boca, o como las mañanas de mar liso y quieto en que no parecía un mar sino una hoja de metal que reflejaba los rayos del sol, eran para mi parte de una paga mucho más rica que las miserables liras que me daban a fin de mes.

Paolo no se había cansado de esos momentos, porque a decir verdad cada momento junto al mar es único, aunque pareciera una repetición de todos los días. Podría haberse quedado en su casa, esos años que no sabía si serían los últimos de su vida o no, el viejo testarudo. Podría haberse quedado tranquilo, devolviéndoles a la mujer y la hija los años en que lo único que sabían de aquel hombre era que las mantenía. Pero era más fuerte que él, había nacido en el mar, y en el mar probablemente quería morir. Se había embarcado a los 19 años en esa nave, era flaco, con la misma mirada tierna, sostenía un pescado apenas más corto de estatura que él mismo, en aquella vieja foto que me hizo ver. La “nave”, como la llamaba él, era imponente. Alguien, en esos años le había hecho una foto desde otra embarcación, entre la niebla y el mar oscuro, se veía el frente de un barco de acero inmenso.





De pequeño Paolo había sentido la voz del mar que lo llamaba. No lo llamaba con palabras, dice que lo llamaba con un sonido extraño, embriagador. Tenía apenas cinco años cuando recuerda de haber sentido el llamado la primera vez. Mientras los adultos paseaban por la playa desierta de otoño, Paolo se había sentido como cuando se emborrachaba y se había sumergido en el agua helada, detrás de un caballito de mar que brillaba, y cuando lo sacaron del agua continuaba a repetir que no sentía frío aunque estaba más blanco que la arena de una isla desierta. Desde ese momento había sentido que su vida tendría sentido sólo si la transcurría cerca de ese sonido incesante que no logra describir ni tararear hasta hoy en día. Dice que era un sonido paradisíaco que le hacía ver las cosas en modo que todo era distinto, más alegre. Cuántas veces Paolo hubiera querido hacérselo sentir a su esposa, cuando los ataques de soledad le hacían tirarle la primera olla que veía por la cabeza a su marido, que volvía de las largas travesías sin fecha de regreso. Ella no entendía que ese canto le daba a Paolo la vida, entendía solamente que ese canto lo alejaba siempre de ella.





Fue él, la única persona que se dio cuenta que aquel día no había ido a trabajar porque la tristeza me estaba venciendo. Había inventado una excusa estúpida y había faltado al trabajo porque me había invadido una nostalgia tan grande que había pensado en abandonar todo y volver a mi tierra. Cuando regresé al trabajo, con los ojos como dos bolsas cargadas de papas y la cara blanca como un muerto, hacía dos días que yo ni comía ni dormía, no había hecho otra cosa que llorar y escapar de los laberintos de mi mente. Paolo fue el único que no trató de averiguar qué me pasaba, simplemente me preparó un plato de pennette al salmone, el plato que más me gustaba, y fue el único que logró consolarme sin pronunciar ni siquiera una palabra. Con los ojos nos abrazamos con ternura, porque Paolo sabía querer a su modo, no estaba hecho para el contacto directo con los demás.





Cuando le hacía falta una mano, ayudaba a Paolo a limpiar la cocina. Una vez me pidió que le limpiara los ajos, otra, que le triturara a mano las verduras a la vinagreta para la ensalada de mar, y así en el momento entre el desayuno y el almuerzo, en los cuales no venía casi nadie, me quedaba observando como cocinaba y le hacía de ayudante de cocina. Él tenía su secreto en cada receta, y yo nunca osé preguntárselo por respeto.

Cuando no tenía tiempo de cocinarme para que comiera antes que viniera la avalancha de gente, le invadía discretamente y con su consentimiento un poco de espacio en su reino, y me cocinaba un plato de pasta simple, con tomate, aceite de oliva y ajo. Un día Paolo me preguntó si quería cocinar yo misma la famosa pasta al salmón que tanto me enloquecía. Yo lo había observado también cuando había hecho aquel tipo de pasta, así que, presuntuosamente agarré la primera sartén que se me cruzó por adelante y encendí la cocina. Paolo me reprendió en el primer movimiento, no podía usar una sartén para aquella salsa, tenía necesidad de una cacerola, por más que cocinara para una sola persona. Entonces me dejé guiar por sus cuarenta años amor por la cocina. La primera cosa que aprendí fue que cuando se cocina, no se hace otra cosa. Claro, las cosas no se quemaban porque querían, se quemaban porque yo no podía dedicarles el tiempo que se necesitaba para que salieran bien. Paolo me enseñó que el primer ingrediente de cualquier plato es el tiempo. Es necesario dedicárselo. Para una chica nacida en la era del fast food como yo, que se contentaba de sándwich y cosas frías, empaquetadas y llenas de conservantes, era casi como el descubrimiento de la pólvora. No importaba que pudiera entrar alguno de los borrachos a beber el vaso de vino de cada día, o que alguien llamara al teléfono, si eso sucedía Paolo me controlaría que nada fuera en llamas, pero yo tenía que estar ahí. Me prohibió categóricamente alejarme para hacer al mismo tiempo cualquier otra cosa.

Me hizo desmenuzar el salmón rigurosamente fresco con las manos, y después meterlo en la cacerola en la que se bronceaba el ajo junto con el aceite de oliva. No era igual si lo cortaba con el cuchillo, con las manos, dijo. Con la cuchara de madera tenía que tratar de continuar a reducir los pedacitos de salmón en pedazos todavía más pequeños, el tenedor no podía usarlo, no estaba cocinando puré. Un poco de vino blanco que después se evapora, pero igual había que echarlo. No se sabe cuanto, si medio vaso, o un cuarto, había que ir a ojo con Paolo. Se regía con puñados, chorros, pellizquitos, medidas imprecisas. Sólo un segundo antes de agregar la pasta a la salsa, que, ahora sí se terminaba de calentar en una sartén de aluminio grande junto a la pulpa de tomate, me hizo poner un poco de crema y queso rallado y mezclar con la pasta “al dente”. Paolo lo hizo volar por el aire y lo atajó con la misma sartén, lo puso en el plato y le agregó un toco de perejil fresco, cortado a mano con una cuchilla. Aunque a mi no me gustaba el perejil.

Como todo buen maestro, Paolo me enseñó también la parte más desagradable de la cocina, la de limpiar el pescado y la de limpiar la cocina. La última la sabía ya, porque lo había siempre ayudado a dejar reluciente su hábitat pasada la hora de comer, es más yo misma me había encargado de quitar centímetros y quilos de grasa que resistían a los años en que el lugar había estado cerrado. Limpiar el pescado me había parecido siempre repugnante, y sin embargo era necesario que supiera que aletas quitar a ciertos peces para que los clientes no murieran con la garganta cortada. Era necesario que supiera limpiar ostras, mejillones, pescados en general, cada uno tenía su secreto, su limpieza, su manera de ser cortado, conservado o cocinado.

No escribí nunca ninguna de todas las recetas que Paolo me enseñó. Porque contenían secretos que no podían ser escritos para que cayeran en manos de un cualquier atolondrado que quisiera cocinar sin saber ciertos ingredientes que no se escriben. Porque había que conocer la historia de Paolo antes para entenderlas, había que merecerse que él te contara su historia, que tan pocas veces venía a flote entre sopa de pescado y ensalada de mar. Sus recetas aún las recuerdo a la perfección, sobre todo porque nunca tuve que aprender a memorizar cantidades y gramos. Sentí que en esos momentos estaba heredando una cosa que no me merecía. Estaba heredando el tesoro de un gran cocinero, cuarenta años de experiencia sobre un barco, estaba heredando el amor por la cocina que gracias a los estofados quemados y las tortas desinfladas de mi madre pensaba que nunca me tocaría. Era allí que estaban los años que la mujer de Paolo todavía, aún consciente de que no podía volver atrás, reclamaba. Él la amaba más que a nadie en el mundo, pero el amor por el mar siempre había sido más fuerte, y fue por eso que Paolo nunca quiso cambiar de trabajo. Ella se había enloquecido tratando de entender porqué no quería permanecer a su lado, porqué nunca le dedicó el tiempo que era necesario a la familia. Al final se acostumbró a estar sola, a llevar adelante una familia con un marido girando siempre el mundo, que ni siquiera cuando tuvo la oportunidad de vivir como un jubilado sin problemas y devolverle una parte de la compañía que ella rogaba pudo resistir al canto de sirena de su amor más grande.

Porque Paolo, era un gran cocinero, pero tenía la cabeza dura como una sartén de teflón reforzado. No admitía opiniones diversas, y hasta el momento yo lo había aceptado así. El día que expresé mi opinión, netamente contraria a la suya sobre no me acuerdo cual estupidez, Paolo me hizo la cruz. Agravada por el stress de los días más trabajados del verano, la ira no le permitió que viera en mí esa nieta sustituta que yo había sido hasta el momento, y se limitó a hablarme cuando era necesario, estrictamente por motivos del trabajo.

Después de que nos peleamos por una cosa tan insignificante que ni siquiera logro recordarla por más esfuerzos mentales que haga, tal vez no soportó la idea de que me lo había presentado él al abogado Leo Solestri, que a su vez me presentó al director del registro civil del pueblo en el que Paolo había nacido, la única persona competente que tomó en mano el caso de mi ciudadanía y lo llevó a termino.

Cuando me despidieron del trabajo todavía no había terminado el trámite, pero ya las cosas estaban encaminadas para que antes o después pudiera obtener la ciudadanía. Me fui sin despedirme de nadie, llamé diciendo que no trabajaría aquellos tres últimos días porque había ya encontrado un nuevo trabajo. El sueldo me lo habían pagado, así que no volví nunca más a aquel lugar.

Poco tiempo atrás supe que después de un año el local fue vendido, y Paolo se fue. Estoy segura que estará cocinando en alguno de los restaurantes que se encuentran pegados al mar. Cuando algún mozo me traiga el plato de pasta al salmón que sólo Paolo sabía cocinar como me gustaba a mí, probaré a infiltrarme en la cocina con un vaso de vino blanco y hacerme perdonar, aunque creo que el viejo cabeza dura, no lo hará jamás.




Publicado en el libro "Nosotros los inmigrantes, nosotros los emigrados" Australia 2004

2 de noviembre de 2010

HALLOWEEN Y LOS MOUNSTRUOS DEL MAS ACA

 

El domingo se festejó, por así decir, la pagana festividad de Halloween. Importada aquí en Italia por un modelo consumista que ya no sabe que más inventarse para vender pelotudeces hechas en China, ganando el mil por mil sobre materia prima contaminante y trabajo de pobre gente mal pagada. Y aunque las vidrieras se llenan de mascaras y disfraces, por suerte no son muchos los que adhieren a la fiesta. Pasó así en Castignano, pueblito perdido en las colinas de Las Marcas, donde la fiesta no tuvo mucho éxito, y además de los cinco niños de nuestro grupo de amigos, había algún que otro esqueleto o bruja dando vueltas por ahí.

La ocasión valió la pena para estar junto a los amigos, sentarse en una casa vacía en el piso a comer pizza y ver como los pibes se inventan cualquier cosa para jugar prácticamente sin nada. Y como en todo es la imaginación la que cambia las cosas, a esta fiesta no le faltaron monstruos, zombis y vampiros chupa sangre, porque aunque lo veo muy poco, tuve la ocasión de cruzarme con mi vecino a quien por respeto llamaré “El Gran Señor”. Gente distinguida y llena de plata, a la que es mejor no encontrar. Preferible encontrar un zombi y entregarle enterito el cerebro, o un vampiro y ofrecerle sin miedo el cuello, ya que gente como “El Gran Señor” es capaz de sacarte hasta los calzones con tal de acumular más que todos, y no dudará en pedirte el voto con su mejor sonrisa, unos días antes de las elecciones. Podrido en plata como está, manda a los hijos a los cumpleaños de los otros sin un miserable regalo, y se inventa de todo junto a malas compañías con tal de hacerle pagar a otros la parte de gastos de condominio que le corresponde.

Gente como esta es el fiel reflejo de nuestra sociedad, nuestro gobierno, y las malas ideas que nos han vendido en TV, aunque el tema del gobierno lo dejo para Carnaval, porque el tema ya huele a Payaso...

Volviendo al "Gran Señor", todo por la calle todos lo saludan con gran respeto, porque es el dinero que manda en este mundo, pero yo el saludo a un chupasangre como ese se lo niego, y que vengan los zombis a pedirme el cerebro.


B.A.
Fotos: Gerardo Angiulli

26 de octubre de 2010

LA ESTRELLA QUE NO PODIA BRILLAR


Foto: Camila Fiorentini
 
 Había una vez una estrella, una como tantas en el firmamento, pero que a diferencia de las demás estrellas, no podía brillar. De noche cuando la Luna empezaba a invitar a todas las estrellas una a una a iluminar un pedacito de oscuridad, ella estaba allí en un rincón, tratando de entender cómo lo hacían, tratando de encender aunque fuera una pequeña lucecita, que le pudiera dar el honor de ser llamada estrella, ya que no se sentía tal. Y de día, en cambio, quedaba tan agotada en tal empresa, que se dormía inmediatamente y no recordaba nada. Se despertaba sólo con la voz de la Luna, que una a una despertaba a las estrellas, cual si fuera una madre amorosa, que despierta a sus hijos para ir a la escuela.


En todas sus observaciones profundas, la estrella que no podía brillar había notado que en ese dulce despertar ella no estaba invitada, la Luna no venía a llamarla, ni tampoco las otras estrellas, y eso la hacía sentir pequeña, invisible, le hacía sentir que no era parte de esa grande familia, donde hasta los planetas màs lejanos, estaban invitados a brillar.

Triste la estrella, cada tanto lloraba, lo hacía de noche, y lo hacía de día, sin darse cuenta que esa grande tristeza, mojaba los planetas, y hasta los llenaba de agua, creando tormentas y dejando enormes lagos y ríos de recuerdo.

La estrella que no podía brillar admiraba particularmente la luz de la Luna. Nada era para ella más hermoso ni más precioso que la luz de la Luna. La Luna era para ella una especie de Ada Protectora. Y una noche, viéndola esplender de luz blanca, la estrella que no podía brillar le preguntò tímidamente còmo hacía para brillar de luz plena.

La Luna, sonrió, después rió, y pícara le contestó:

_ No lo creeràs pero yo no poseo luz propia, me ilumino por el reflejo de la estrella más grande de la galaxia, la más potente de calor que existe.

Contenta de conocer el increíble secreto, la estrella que no podía brillar, agradeció a la Luna y comenzó a buscar la estrella más grande para poder pedirle un poco de reflejo, que la ayudara al menos a resplandecer. Se armó de coraje y una a una, empezó a preguntar a las estrellas que le parecìan más grandes, pero todas algo molestas respondían: “No soy yo, la estrella más grande de la galaxia”.

Otra vez triste, la estrella que no podía brillar, volvió llorando a la Luna, y le dijo que no lograba encontrar a la estrella más grande de la galaxia. La Luna, riendo otra vez le dijo: “Bastará buscarla de día, cuando todas las demás estrellas duermen”.

Así fue que la estrella que no podía brillar esperó despierta el alba, y pasando por un lago alcanzó a ver una luz luminosa, tan potente que era imposible mirarla. Y con los ojos cerrados por tan maravilloso reflejo, le habló de su problema, y le pidiò si podía ayudarla.

Después de un poco de silencio, sintió una risa. Pero era el lago que hablaba. Y dijo “Nunca creí que el Sol tuviera problemas de luz”.

La estrella no comprendía. Entonces su amiga la Luna, que comenzaba a asomarse, le explicó: “Eres tú la estrella màs brillante de la galaxia, eres tú que con su reflejo me hace brillar por las noches, es sólo que en las noches no se te ve, porque perteneces al día.”

_Cuéntame más. Pidió la estrella.

_Tu calor y tu luz son necesarios para la vida, los humanos te han dado el nombre de Sol, y eres algo que los hace felices solo por el hecho de estar. Dijo la Luna.

La estrella que no podía brillar, entendió que, maravillada por la luz ajena, no lograba ver su propia alma, potente y radiosa como era. Y desde ese día, ayudó a brillar a muchas pequeñas estrellas que no se animaban ni siquiera a chispear. La única que se seguía iluminando gracias a Sol era la Luna, y todavía se las puede ver juntas, en sus largas charlas, cuando en el cielo Sol y Luna comparten un momento juntas. Y en los días sin Sol, o en las noches sin Luna, lo que sucede es muy simple: la charla se ha hecho demasiado larga, y una de las dos se ha olvidado de venir a iluminar el cielo…




Publicado en "Soy un libro y  nadie me quiere" Editorial Fergutson. España

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20 de octubre de 2010

NADA MEJOR

Nada mejor que un día de sol esplendido como el de hoy para sentirse bien. Se dieron cuenta que después de días y días de nubes hoy el sol bendice este lugar con su luz maravillosa? Nada mejor que una buena radio que me acompaña en los quehaceres de la casa, para que no se hagan tan pesados, y que’ decir de esa canción que acabo de sentir “Baby I love you way”! Me enloquecía cuando tenía quince años y lo sigue haciendo después de tantos años…


Mañana es el cumpleaños número seis de una increíble criatura que vino a darle luz a mi vida como estos rayos del sol. Esta mañana empezó una maratón de cocina-limpieza-adornos-sorpresas que me tiene ya agotada. Pero todo se hace más liviano con su abrazo, y la sonrisa que me confirma que todo esto, en algún rincón de su alma un día aflorará. Tal vez no recuerde las coronas que recortamos y decoramos una a una para todas las princesas que vendrán mañana. Tal vez no recuerde la torta, y todo lo que he cocinado, pero de seguro la sensación de ser querida la acompañará de aquí al resto de su vida.

Nada mejor que sus ojos transparentes para recordarme que vale la pena luchar por los principios. Nada mejor que verla dormir abrazada a su peluche para recordar que los ángeles existen. Nada mejor que un instante de inspiración para escribir. Nada mejor que una pausa, para arrancar con más ganas .Nada mejor que llenar la casa de amigos grandes y chicos para olvidar lo poco o mucho que la vida no quiso darnos.

Nada mejor que irse a dormir muertos de cansancio, porque así el descanso será más profundo. Nada mejor que una canción, una sonrisa, un abrazo, y un poco de sol para descubrir que la vida, a veces, es maravillosa…



Feliz cumple Amore!!!!


Foto: Gerardo Angiulli

18 de octubre de 2010

OCTUBRE Y EL MAR

Sin duda el mar es una de las maravillas más preciosas de nuestra tierra, aunque no esté contado en ningún record de cosas maravillosas, tal vez porque es un tesoro sin tiempo y sin clasificación, que en su mínima manifestación te deja sin palabras.

Pienso solamente a la primera vez que vi el mar, más bien el océano. Tenía 7 años y de tanto reírme se me cayó el aparato de ortodoncia que usaba al agua y nunca más lo volví a ver. Inútil fue con mamá y papá caminar por la orilla esperando que las olas me lo devolvieran, el mar quiso que tuviera los dientes torcidos para toda la vida.

Caminar en octubre sobre la arena a pies descalzos es una de las terapias más curativas que he encontrado para la nostalgia. En nada se puede pensar que no sea algo feliz cuando el mar es una tabla, y te espera silencioso y sin moverse invitándote a mojarte los aunque sea la punta del dedo. Te dan ganas de recorrer la playa hasta que se termine, dejando atrás en cada huella preocupaciones absurdas de una vida llena de fortuna. No se puede uno sentir desafortunado cuando tiene al mar en octubre, porque el mar en octubre ha terminado de desnudarse de sombrillas y confusión de turistas y ha comenzado a ser él mismo. Al mar se le pueden contar las cosas más terrible que siempre te va a perdonar, después de todo las lágrimas son saladas como el mar y es allí donde las quiero dejar.

Otranto
En la esencia del mar me veo reflejada. Ahora el agua está quieta y no hay nadie, hasta se ven pequeños peces y algunos cangrejos. El mar es mío, no hay nadie que pueda asegurar lo contrario. El agua me espera a una temperatura perfecta, fría sí, pero el sol está ahí para ayudarme. Y es como quitarse diez años de encima o diez toneladas de problemas. Tirarse al mar en octubre te sacude el alma, te hace volver al líquido del cual viniste y saliendo afuera del agua, se siente como volver a nacer, se siente como si se comenzara de cero, borrón y cuenta nueva, en un segundo todo lo que eras fue borrado: es hora de salir y empezar a caminar de nuevo…

14 de octubre de 2010

LONDON (What i love the most ...)

Tuve la suerte de visitar por la tercera vez Londres, magnífica ciudad llena de vida, colores, razas, nacionalidades...


Siempre queda algo por ver en Londres y sus alrededores, queda siempre algo por hacer, los días no alcanzan nunca en una grande ciudad. Y quién sabe porqué el tiempo pasa más rápido cuando estamos de vacaciones.



Lo que más me gustó de este viaje fueron los museos, particularmente el NATIONAL HISTORY MUSEUM, al que acudimos atraídos por los ejemplares de dinosaurios, pasión de mi hijo de cuatro años. Lo recomiendo absolutamente a quien ama este género de animales prehistóricos, y no hay nadie que resista al encuentro con el Tiranosaurio Rex que se mueve feroz, con dientes ensangrentados y humo que sale del pantano en el que se encuentra. El edificio es encantador, las muestras interesantes y el precio de la entrada accesible a todos, gratis.


 Me encantaron también los mercados, aunque el Portobello Road no lo pudimos ver en todo su esplendor, o sea el sábado, donde además de los fantásticos negocios, se llenan las calles de artesanos. Antigüedades, chicherías, fotos, libros, ropa, vintage, que más se le puede pedir a una calle que termina nada menos que en el encantador barrio de Notting Hill. Si! El de Julia Roberts y Hugh Grant, el mismísimo... una maravilla.


Qué decir de Candem Market, meta fija de todas mis visitas... Cada vez se más grande y más interesante. No sé si existe otro lugar en el mundo donde se puedan probar en un mediodía comidas de países de varios cntinentes, y donde se pueda pasar de los tatuajes, el piercing y el estilo sado, a la ropa cibernética que transmite mensajes electrónicos en un cinturón o una remera. Y sobre todo imperdible desde que está el rincón de comida argentina, con el sabroso sándwich de lomito y las clásicas empanadas. Un consejo: prueben un poco de cada cosa. Y a la tailandesa que les convida con pollo frito, digan siempre que sí.



El subte, los grandes negocios del centro, los mini markets turcos, chinos, rusos, cada uno con la comida de su país, los enormes parques, llenos de ardillas y de juegos para los chicos, los conejos del aeropuerto de Stansted, los "street car", las grandes librerías con libros de cualquier tema, los pubs y los bares, London Eye, el Tamez, las casitas "copia-pega", la cantidad de lenguas que se hablan, lo barato que cuestan los vuelos, esa llovizna fina que en tu casa sería una excusa para no salir, en vez aquí es la normalidad y la vida sigue igual... son algunas de las razones por las cuales vale la pena visitar Londres... para mí el motivo principal es uno, a cada uno el suyo...



13 de octubre de 2010

TRAGICO Y MAGICO



Había algo de trágico y algo de mágico en aquel adiós. Podía ser adiós para siempre, Piero partía para la guerra.

María lo imaginó todo, la espera de sus cartas, ese amor que crecería a la distancia, ella con su vestido de domingo que hacía ver a los demás las fotos y las cartas. En su imaginación sería un dolor que te hiere dulcemente, la despedida, lás lágrimas que ya había empezado a derramar. Ver en una foto gastada a su héroe, con el uniforme, cuánto había cambiado, desde que había partido. Y cuantas medallas, cuantos honores recibiría si todo iba bien, qué lujo pasear en la plaza grande del brazo de un futuro general del ejército. Pero todo aquello tenía un precio, el miedo de pensar que tal vez el nunca volvería, y sin embargo, estaba allí. ¿Cómo? Si apenas había partido!

_ María! No iré a la guerra! Dijo Piero más feliz que nunca.

Ella le respondió con un cachetazo.



Publicado en el libro: "Supervivencia" Editorial Fergutson
Foto: Giovanni Fiorentini

1 de septiembre de 2010

EL GUSANO EN EL DURAZNO

Después de este verano no me queda duda de los gusanos saben elegir bien los mejores duraznos, los más dulces, los más sabrosos, y sobre todo los que no tienen pesticidas. Porque cada vez que fui a morder uno con todas mis ganas de frescura en un día de calor, terminé por tirarlo de golpe gritando como una loca.

No hay nada que me de más asco que un gusano. Y pensar que antes o después me convertiré en unos cuantos. Somos todos papa para los gusanos, se dice por estas partes. Y desde el día que lo sentí caminando por mi mano, hasta el día que casi lo muerdo… no paré de pensar qué el enésimo gusano traía algún mensaje para mí.

Me llevó algunos días y al final, entendí, entendí la lección. El gusano quiere lo mejor de la vida. Si tiene que nacer y morir en poco tiempo, de seguro no va a ir a un durazno agrio, ni lleno de veneno. Elige el lugar donde vivir y comer el gusano, pero que sea el mejor. Yo, cabeza dura como soy, no dejé tampoco de elegir los que más me tentaban, aún sabiendo que mi temido enemigo estaría allí. Y así en la vida, aprendí del gusano que se estaba ahí solito comiéndose el durazno más delicioso del árbol, que la vida puede terminar en tan solo un segundo, y por eso elijo yo también vivirla a pleno.

Después de todo ya se sabe, que peor que ver un gusano entero es ver medio. Aún así seguiré mordiendo.



B.A.

ESPERANDO ANSIOSOS EL RETORNO DE FERGUTSON

Previsto para hoy el retorno del sitio de Fergutson, la Editorial Española que publica mayormente libros de cuentos (entre algunos de los cuáles he tenido el honor de participar). Recomiendo altamente el seguimiento del sitio a quienes tienen pasión por las letras como yo, no sólo por los interesantes concursos propuestos por la editorial, de los cuales deriva siempre una publicación, sino también por el increíble grupo de personas que se fue creando alrededor de una pasión común.

Con el corazón en España, Fergutson cuenta con una gran cantidad de usuarios, unidos por el idioma común, pero desparramados por los lugares más increíbles del planeta: desde Madrid, hasta Italia, desde un lugar remoto en el Canadá, hasta la Argentina, pasando por países sudamericanos y centroamericanos como Nicaragua, Cuba, y tantos otros países que ya no me recuerdo y que voy pidiendo de antemano perdón por no mencionar.

Esperamos ansiosos el regreso acompañado del último libro, que recoge los cuentos ganadores del concurso de relato histórico, compilación interesantísima y rica de variedad, como todos los escritores Fergutson.

Queda sólo esperar unos minutos… para todos aquellos que nunca se conectaron, pueden encontrar el link en la sección “Amigos”…



B.A

31 de agosto de 2010

FRASES

Foto: Gerardo Angiulli



"Hay personas que se pasan la vida pensando que lo que hacen los demás no está bien, que lo que piensan los demás no es justo, y que los amores que tienen los demás son equivocados.

Esas personas se toman el trabajo más difícil de todos:  cambiar a los demás. Yo, me tomo un trabajo igualmente arduo: aceptarlos por como son."


B.A.



MÁS FRASES

29 de agosto de 2010

EL MAGO DE OZ

Esta noche terminamos de leer el último capítulo de este maravilloso libro, (EL MAGO DE OZ) mis hijos y yo. Al principio pensé que dos niños de cuatro y seis años no estarían dispuestos a escuchar palabras ricas de significado pero tal vez un poco complicadas para orejas acostumbradas a una lectura más simple y elemental. Sin embargo, desde que comenzamos a leer un capítulo por noche, y a veces dos a pedido del público, descubrí la maravilla de este libro que nunca antes había leído.

Escrito por Lyman Frank Baum, el libro data nada más y nada menos que del año 1900, increíble!. La historia narra de una simple niña y su perrito, que debido a una fuerte tornado, se encuentra repentinamente lejos de su amado hogar, el Kansas. Y aunque en las conversaciones con los amigos que va encontrando se deduce que aquel no era un lugar maravilloso, sino más bien hostil, el único deseo de Dorotea es volver a casa.

En el trayecto para llegar hasta el Mago de Oz, quien se presupone concedería un deseo a Dorotea y cada uno de sus amigos, se suceden aventuras en fantasiosos lugares, con impensables personajes que despiertan la curiosidad y la imaginación de los niños.

Este libro, con sus maravillosas metáforas, me ha dejado a grandes líneas algunas enseñanzas importantes:

- La primera que a veces deseamos obtener cosas que ya poseemos. Se deduce en los deseos de los amigos de Dorotea. El espantapájaros, con su cabeza de paja, deseaba un cerebro, y sin embargo, se le ocurrían buenas ideas para saltar los obstáculos del camino. El hombre de hojalata, deseaba un corazón, y sin embargo era capaz de conmoverse y amar más que ninguno, y el león deseaba el coraje, porque decía ser cobarde, y sin embargo había demostrado tener las agallas para enfrentar el peligro.

- El espantapájaros lo dice claramente cuando finalmente se convierte en el Rey de la Ciudad de las Esmeraldas: “No se abandonan nunca los amigos en un momento de necesidad”. Hasta su más grande deseo podía esperar, porque no dejaría sola a Dorotea, hasta que no estuviera seguro de que ella retornaría a Kansas. Así es que deja de lado el govierno de aquel pueblo para acompañar a su amiga y asegurarse que también su deseo fuera cumplido.
- Y por último, no podía que tocarme profundamente el deseo de volver a casa de Dorotea, a pesar de que  su hogar no era hermoso, brillante y maravilloso como tantos otros que había conocido en su aventura. La dulce niña que arriesgó todo por estar siempre junto a su perrito Totó, me susurra finalmente al oído “Hogar dulce hogar”.

Creo que basta una entonación acorde a la estrofa que se lee, un poco de interés personal en despertar la curiosidad, y el juego está hecho, los niños no pedirán que otro capítulo, y al final, el dulce sabor de la amistad, los deseos realizados y el calor de la propia casa les darán las buenas noches.

Dulces sueños para todos.

B.A.
 
 
 
MÁS LIBROS

27 de agosto de 2010

23 de agosto de 2010

QUIEN DIJO?

Foto: Gerardo Angiulli
 Quién dijo que los hombres no vuelan,

que las bicicletas no tienen vida propia,

que el agua no se congela en un día de sol,

que un paso no es infinito,

que los culos no hablan,

que el polvo no se come,

que la mente no te eleva,

que las imágines son estáticas,

que un momento, un movimiento,

el simple soplar del viento

podría cambiar de golpe

todo el universo?


B.A.


MÁS POESÍAS

NIÑOS, NIÑOS!

Niños, niños!

Se meten en tus cosas, te revuelven la vida,

todo lo revolucionan, saltando y gritando.

Lloran con todas sus fuerzas

llenando de lágrimas la cara recién lavada

Te ensucian con sus manos

te tocan con sus sueños

te marean con sus preguntas


Niños, niños!

No te dejan tranquilo,

te arrastran de la mano y te ponen a hacer

monadas y locuras.

Qué cosas no harías con tal de ver amanecer

detrás de esos ojos puros

otra vez más una sonrisa.


Y mientras se tiran sobre tu espalda

te dan la única posibilidad de viajar en el tiempo

y volver a ser pequeño.

Se vuelve a creer en Papá Noel,

los abrazos vienen fáciles

y el juego es algo serio.

Niños, niños!

Te ponen la vida de cabeza…

y de repente ya no te interesa

todo ese aburrido orden…


B.A.

 
 
MÁS POESÍAS

FRASES

Foto: Gerardo Angiulli





"Destino es una palabra que no está escrita"
B.A.







11 de agosto de 2010

YO MISMA

Foto: Gerardo Angiulli
Quiero ser yo misma, por hoy, no ir a la peluquerìa, dejar mis cabellos libres al viento, mostrarme tal como soy. Después de todo ¿que mal han hecho estas raíces blancas? ¿Qué hay de malo en un cabello pajoso? ¿Y mis uñas? ¿Morirá alguien si no me las pinto?

Hoy no me pondré maquillaje, ni perfume, no fingiré ser fina, dejaré los modales y me moveré como me muevo cuando estoy sola en casa, con mis pantuflas agujereadas y mi pijama negro. Nada de incómodos jeans de un talle menos, ni cinturones que marquen una cinturita de abeja que, sinceramente, no poseo. Nada de corpiños “push-up”, ni de pecesitos de silicona para rellenar el vacío de un talle que, sinceramente, no llego a rellenar.

No tengo ganas de poner en orden la casa, por un día que no lo haga el mundo no se vendrá abajo! Me abrazaré a mi gato, y me pondré a mirar televisión, me puedo conceder un día de ocio.

Convenceré también a Marcos a disfrutar de esta libertad, la libertad de ser nosotros mismos, sin máscaras, sin falsedades! Está golpeando a la puerta, no veo la hora de contarle mi gran idea!

_ Adelante!

_ Perdón... creo que me equivoqué de casa.




B.A. Publicado en el libro "Supervivencia" Editorial Fergutson 2009.

7 de agosto de 2010

HAY MADRES

Foto: Gerardo Angiulli



Hay madres como los reptiles, en particular los camaleones, que abandonan a sus hijos el mismo día de su nacimiento.

Hay madres, como las madres mamíferos, que no se separan de sus hijos hasta que los mismos no han aprendido todo lo que les servirá en la vida para sobrevivir. La elefanta permanece con su hijo diez años, las leonas sacan las uñas afuera cuando el macho dominante pretende asesinar a cada cachorro para poder acopiarse con la madre.

Hay madres en la naturaleza que se encontraran en un camino con dos posibilidades: o la propia vida o la vida de sus hijos. Es siempre el instinto por la supervivencia de la especie el que domina.

Sin duda la evolución del la relación madre-hijo es el ser humano. El humano es capaz de sentimiento y de racionalidad. Pero la variedad y la improbabilidad dominan ese lazo. Allí donde habrá madres de sangre fría que abandonaran a sus hijos el día de nacidos, o allí donde estarán aquellas que los tendrán bajo sus alas largo tiempo, o los defenderán al costo de perder la vida por ellos, o aquellas que elegirán sacrificar la propia vida y no la de los hijos, la naturaleza continuará su ciclo todo los días, sin importar las elecciones tomadas, porque sabe que todas y cada una de ellas son parte de un nuevo día.

Pero atribuirá al mamífero hembra de homo sapiens la única, rara y exclusiva capacidad de provocar dolor a sus hijos sin finalidad alguna de sobrevivencia.

24 de julio de 2010

FRASES


"A veces es la locura la que nos salva de la rutina"

B.A
Fotos: Gerardo Angiulli

NO SÉ QUÉ DÍA ES HOY

Foto: Gerardo Angiulli
No sé qué día es hoy. Por lo general no tengo un calendario en la cabeza. No sé qué día es. Para ver si tengo algo importante que hacer tengo que mirar el almanaque, donde trato de re-escribir todos los años las fechas de cumpleaños de mis amigos y parientes y las citas importantes a las que tengo que ir. Por lo general recuerdo, de lunes a viernes, y con un poco de esfuerzo el día de la semana, porque tengo que ir siguiendo el ritmo de un trabajo, y a pesar de mis grandes distracciones, soy muy puntual. Pero si me preguntaran,” ¿Qué día es hoy?” Sé decir sólo esto: hoy es un día maravillosamente especial, está lloviendo y la temperatura bajó unos cuantos grados, es pleno verano y el sol venía haciendo su trabajo a maravilla, hasta que se levantó viento y empezó a llover. El calor que empezábamos a detestar, da lugar a esta brisa fresca. Es como uno de esos días de los grises meses de invierno, en que finalmente, se ve el sol. Y no memorizaré la fecha, pero de seguro allí estaré, de cara al sol.

Mis hijos tenían calor y se quitaron todo. Empezaron a caer las primeras gotas y se pusieron a bailar debajo del agua. Los miré riendo y les hice una foto. A veces es la locura la que nos salva de la rutina. Ellos tomaron mi mano y me llevaron debajo del agua. Una madre debería decir “No se mojen, que les va a hacer mal!”. Ahora estamos los tres con una toalla en la espalda viendo como unas simples gotas de agua, convierten un día más en un día maravilloso. No sé qué día es hoy, pero sé que es un día que no olvidaré jamás.
        
                                                                                                                                                         B.A.